Sentada en una de las mesas, con la vista dirigida hacia el parque, le he dedicado vaya a saber una cuántas horas a hallar una aguja en un pajar.
No puedo dedicar un día mas a desenmarañar este nudo, sino aceptarlo como una partecita de mi que no tuvo otra manera de construirse mas que esa.
La verdadera pena es que dreno mi energía en volver a transitar un laberinto buscando una salida distinta, cuando no la hay y, así, me pierdo todo aquello que está frente a mi.
El ayer que me perdone, pero no puedo seguir ayudándolo con su angustia. Soy mucho más que una espera y una frase sin concluir.
Quizás, puedo pedirle al reloj que se detenga y proceder a tirarme en la cama para admirar una maravilla que recién ahora contemplo: la magia de poder estar sola sin culpa, sentir la soledad como regalo y no como castigo. Ser una con el silencio.
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