Microcuento: Violencia.

Ahora que te vas entiendo, por qué tus abrazos se sentían fríos, por qué tus palabras gritaban, por qué tus manos se cerraban en lugar de rodearme.
Entiendo por qué a la gente le pone triste la lluvia,  a mí ahora me recuerda cuando lloré porque tu cariño se esfumaba, abriendo una herida que simulaba estar cerrada.
Lo vi al él también con un océano en sus ojos y con la respiración acelerada. El también esperaba que lo amaras con simpleza, como se ve en las películas. No pudiste, no te culpo. Quizás nunca te enseñaron como hacerlo y yo tampoco pude lograrlo. Me adecué a tu manera de querer tan brusca e intermitente.
Lo dejé llorar. Creo que incluso ese momento es mejor disfrutarlo solo, hasta el último sollozo, hasta que la respiración vuelva a ser la que era.
Yo preparo mi te como una noche cualquiera, observando cómo puede entrar la lluvia a casa e inundarla por completo.  Ella también llora, y consigo la ilusión rota de poder arreglarte. Yo tomo mi té y pienso, que mañana a la mañana, cuando la bestia ya no te habite, y el perdón también abandone nuestro hogar, solo quede una despedida ya estirada de tantas disculpas que nacen para luego morir al poco tiempo.
Porque volvès y vuelvo a quererte para que la casa se inunde de nuevo y todo sea lluvia otra vez.
Ya no recuerdo lo que era el sol, creo que fue hace tiempo.
Me dijiste que era el final y que mi cara no la ibas a ver nunca más. Me hice un té para simular, que era una de las tantas películas de acción o drama. Hasta que los vi llorar con el alma un poco rota, mientras afuera llovía menos que adentro, y los relámpagos ya habían entrado a casa.
De repente diste golpes a la pared. Yo solo te miraba y pensaba que quizás tampoco sea tu culpa, nunca te enseñaron a amar, y yo fallé en todos mis intentos.

                                            JAZMÍN EDELWEIS.

Comentarios